domingo, 22 de marzo de 2020

El cuarto trimestre

“En el momento en que nace un niño, la madre nace también.
Ella no existía antes.
La mujer existía, pero la madre no.
Una madre es algo absolutamente nuevo”.
OSHO


E. cumple hoy tres meses. Hay mucho escrito sobre los bebés, pero no hay tanto sobre lo que le ocurre a la mamá luego del parto. Parecería que ya no importa, porque el niño ya está “afuera” y ahora él es el centro de atención, pero lo cierto es que no debería ser así. Lo que pase con la mamá es importantísimo en los primeros meses –en el primer año—de vida del bebé. Por eso, si en serio queremos cambiar al mundo, deberíamos hablar más de todo lo que pasa en el puerperio y sobre la importancia de que la madre pueda vivir esta transición de la mejor manera posible, en un espacio seguro en todos los sentidos.

No es fácil, para mí no ha sido fácil, a pesar de que yo tengo el privilegio de tener a un compañero que ejerce y disfruta su paternidad y que me ama infinitamente; a pesar de que tengo la posibilidad de dejar de trabajar sin que eso merme mi ingreso. No ha sido fácil, aunque yo tengo una red de apoyo enorme: una madre y una suegra amorosas con el bebé, pero también conmigo, un padre y un suegro prestos para salir al quite en todo momento, unos hermanos increíbles y la cuñada que es la mejor tía del mundo. Además de todas las familias extendidas y de mis amigos que, aunque igual no entienden bien qué me pasa, están siempre ahí al pie del cañón.

La romantización que existe entorno a la maternidad no ayuda en nada: la madre impecable, radiante, siempre feliz es un invento (del patriarcado, supongo) con un potencial enorme  –sobre todo en las primerizas— para generar sentimientos de culpa que pueden ser muy dañinos. No, los primeros meses son una vorágine de emociones y de cambios que están muy lejos de esa imagen celestial. El cuerpo de la mujer tiene que recuperarse de haber creado ¡a un ser humano!; es un proceso fisiológicamente complejo, porque todo lo que creció se tiene que volver a achicar, no importa si el parto fue por cesárea o natural (humanizado o no). Para que eso ocurra, las hormonas vuelven a tener un ajuste que, entre otros efectos, genera una serie de sentimientos encontrados que se agolpan sin avisar, sin sentido, pero con muchísima intensidad: alegría, tristeza, nostalgia, todos los miedos que existen en el mundo, risa frenética y llanto incontenible. Hay, además, un proceso de duelo y de ajuste entre la madre y el bebé: la conexión y comunicación, que antes pasaban en el vientre, se trasladan a otro plano: ahora están separados, pero son interdependientes.

La lactancia tampoco es algo sencillo, el cuerpo de la madre tiene que aprender a hacerlo y el bebé también, no es tan instintivo como podría pensarse. Se requiere paciencia, tiempo y hasta técnica. En este tema en particular tampoco ayuda la presión social que se ejerce sobre la madre; especialmente dañinas son las amazonas de la lactancia que no entienden que los hospitales y ginecólogos en este país están hechos a la vieja usanza y las palabras “parto humanizado” les suenan a una fumada de hippies.

No hablemos tampoco de las cosas banales como recuperar la figura, maquillarse, vestirse bien. Simplemente no hay tiempo: el baño es un lujo y lo estratégico es invertir el “tiempo libre” durmiendo. Lo que me intriga más: ¿cómo se consigue estar impecable, si la ropa está todo el tiempo llena de leche, de caca, de orina y de baba?

¡En medio de todo eso hay que cuidar a un ser humano totalmente nuevo y que no sabe hablar!

A pesar de todo esto, la experiencia es única, increíble y maravillosa, porque la recompensa es inmediata: la mirada del amor más puro e intenso que existe en el mundo, la sonrisa –involuntaria al principio y luego intencionalmente dulce--, la ropa que se va quedando luego de un par de puestas, la tranquilidad del sueño y el balbuceo de aprobación. Todos esos pequeños detalles que dicen: “tranquila, lo estás haciendo bien”, aunque la mujer que se refleja en el espejo no tenga ni la menor idea de quién es ni qué diablos está haciendo.

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