viernes, 24 de noviembre de 2017

Déjate caer: media crónica del concierto de Café Tacvba

Para Argelia, porque sólo ella entiende el fanatismo tacvbero
Para Diego, porque seguramente me hubiera hecho reír mucho
Para Héctor, porque me ama
Para Gerardo, Ale y todos los que tuitearon, porque salieron a nuestro rescate 





Aunque últimamente la RAE ha tomado decisiones controvertidas, a veces sigue siendo muy precisa:

Fanático, ca. 
Del. lat. fanaticus. 

1. adj. Que actúa con fanatismo.
2. adj. Preocupado o entusiasmado exageradamente por algo. c.s. Es un fanático de la música. 


Yo soy fanática de Café Tacvba y así como dice la definición, me preocupo y entusiasmo exageradamente por sus discos y conciertos. Los conocí desde que nacieron: ellos con su Café Tacuba y yo en la secundaria. Ellos cantando sobre su Chica Banda y yo lidiando con esa cosa que se llama adolescencia. Desde entonces, los he acompañado y me han acompañado sin decepcionarme. Me gusta mucho que su música evoluciona conmigo (¿o yo con su música?): en aquellos años me identificaba con "Esa Noche" y ahora me identifico con "De este lado del camino", porque, ¡carajo!, no hay mejor placer en la vida y nada cuesta tanto como decir: "he esperado tanto tiempo, tanto, tanto que ahora que he llegado a mí solo quiero decir que sí: me amo". 

En estos años he ido a casi todos su conciertos. El primero, recuerdo bien, en el Metropolitan cuando presentaban el Revés/Yo soy y; el último, hoy en la Arena Ciudad de México para el cierre del Niu Güeis Tur 2017. Les he dado el beneficio de la duda muchas veces: cuando hicieron el súper fresa concierto en el Infield del Hipódromo, cuando hicieron el súper carísisisimo concierto ahí mismo para presentar el Objeto antes llamado disco o, cuando escucho y veo sus proyectos independientes. He soportado estoicamente diluvios, conatos de aplastamiento en el Zócalo capitalino, críticas y comentarios de fans y no fans sobre-sus-últimos-discos-y-la-neta-es-que-no-son-tan-buenos-o-¿a-poco-van-a-llenar-el-Foro? con tal de estar en su concierto. Desde luego, jamás, jamás llego tarde... una vez que empieza la magia brinco, grito, canto, me entrego absolutamente al momento. Soy una fan respetuosa, porque su vida privada me vale (hace poco me enteré de sus parejas y que tenían hijos, porque respeto su privacidad... salvo lo que Joselo comparte con todos en sus columnas de los viernes). A mí lo que me gusta es su música y lo que dice. 

El concierto de hoy fue muy diferente. No llegué tarde, por lo que escribiré más abajo, entré al concierto a las 10.45pm, justo cuando Rubén decía "esto se está acabando". ¡Chale! Alcancé a escuchar "53100" y la retahila de éxitos que le siguió:  "Las Flores", "Chica banda", "Déjate caer", "El baile y el salón", "Aviéntame" y el nuevo éxito "Jei Beibi". 

¿Me gustó escuchar las canciones? Sí. ¿La banda se prendió? Sí. ¿Rubén fue simpatiquísimo? Sí. ¿Joselo, Meme y Quique tocaron bien? Sí. ¿Tocaron "De este lado del camino" la que quería? Sí. Es todo lo que puedo decir del concierto, no tengo más información, no tengo elementos suficientes para compararlo con anteriores, ni podría decir si fue o no un buen concierto, porque no escuché casi nada de las canciones tocadas antes de las 10.45pm (a lo lejos escuché un par), no sentí la vibra del evento, no disfruté el momento. Ojalá pueda ir pronto a uno nuevo para quitarme este pésimo sabor de boca de la noche.


***

8.45pm. 
Héctor y yo llegamos a la Arena Ciudad de México. Entrando preguntamos a una señorita con chaleco amarillo cómo podríamos llegar a nuestros lugares. Sin decir nada nos señaló un elevador. Fuimos. Otra señorita de chaleco amarillo dijo que no servía, que había que ir por la rampa. Seis pisos subimos, a paso lento, porque fue un día pesado: veníamos de trabajar, yo de San Jerónimo y Héctor del Ajusco. La Ciudad de México con tráfico pre-navideño no nos permitió el lujo de irnos a cambiar a la casa, preferimos desde temprano, dejar el auto, usar el metro y caminar. Así que ya veníamos cansados y por eso no nos apresuramos. Todavía había tiempo. Nunca empiezan puntuales. Con toda calma podemos llegar a nuestros lugares y hasta comprarnos una chela y un jocho o palomitas, pensamos. Finalmente llegamos al último piso. Casi inexistente señalización y poco clara. Solo por lógica deducimos por dónde ir. Eran ya las 9.05pm. Héctor se adelantó un poco y me dijo que ya casi estábamos ahí. Fue lo último que escuché, porque acto seguido, me resbalé y caí. Sentí el dolor en el tobillo, todo se dobló. Grito de dolor. Unas personas buscando sus lugares me ayudaron y me reincorporé. Héctor me dio su hombro para apoyarme. "No puedo caminar", le dije a esa cara de preocupación que ya me conozco bien. "Busca a alguien para que me vean y nos ayuden a llegar a nuestros lugares". Héctor se fue. Regresó con dos personas: "ya les avisamos y ahorita vienen." 

9.15pm.
Empezó el concierto. Gritos de emoción dentro del recinto. Estaba tan adolorida que ya no recuerdo siquiera cuál fue la canción con la que abrieron...

9.30pm. 
Llegaron tres personas con chalecos azul y rojo, donde se alcanzaba a leer "Brigada. Primeros auxilios". Traían una silla y me pidieron que me sentara. Abrieron un muy pobre botiquín. Lo examinaron como quien abre por primera vez una caja y se maravilla con su contenido. "¿Qué le pasó, señorita? Voy a mover su pie y me dice si le duele". Mi respuesta fue un grito de dolor. "No puedo caminar, creo que tengo una fractura", dije. El pobre pasante que me estaba atendiendo estaba más espantado que yo. "No, SOLO es un esguince, pero no, si fuera fractura le dolería más". Mientras hablaba tímidamente volteaban a ver a sus otras dos compañeras mucho mayores que él: una no dejaba de susurrarle algo a un walkie-talkie... la otra con la mirada en otro lado. Ninguno se atrevía a vendar el pie, darme medicamento o hacer algo... A lo lejos, otros dos de chaleco naranja se acercaban poco a poco, pero se detuvieron en un punto y ya no llegaron hasta donde estábamos... El pasante me colocó una bolsa con hielos...

Pasaron diez minutos sin que nadie dijera nada. Las tres personas que estaban ahí solo se veían y susurraban.

9.40pm. 
--¿Me podría por favor traer al responsable para que, por lo menos, me venden el pie, traigan una silla de ruedas, nos metan a nuestro lugar y me digan cómo asumirán los gastos de mi lesión, porque cuando veníamos caminando una persona de limpieza recién había pasado un trapeador por aquí?
--¡Eeeeh, ehh, eeeh, eeeesquenosotrosnosomosdeaquísoloestamosporsipasaunaemergencia... dijo el pobre pasante, vendándome el tobillo como Dios le dio a entender, mientras sus dos compañeras sigilosamente se alejaron...
--¡Héctor, que no se vayan! ¡Nos tienen que ayudar!

Héctor corrió a alcanzarlas hasta donde se habían juntado con los otros dos de chaleco naranja. Algo le dijeron los de chaleco naranja y se lo llevaron por un elevador. Los otros tres de chaleco azul y rojo se quedaron a lo lejos, pero a la vista...

9.50pm. 
Yo ahí, sentada sola sin saber qué iba a pasar o dónde estaba Héctor. Mi teléfono sin señal y sin poder comunicarme con él. El mal vendaje del pie pronto hizo que los dedos se pusieran morados. Les grité a los de chaleco rojo y azul para que me lo quitaran. No hicieron caso. Dos personas de limpieza pasaron y les pedí que, por favor, les dijeran a los de chaleco que necesitaba su auxilio. No hicieron nada. 

9.57pm. 
Luego de muchos intentos, por fin, entró señal a mi celular. Les pedí a un par de amigos que, por favor, tuitearan lo que estaba pasando y que no había recibido ayuda. A los pocos minutos Héctor regresó: "no, que no van a hacer nada. Van a mandar una silla de ruedas pero nada más. Es todo lo que van a hacer". Simplemente no podía creerlo. 

10.10pm.
Un señor de chaleco azul y rojo que antes no había visto se acercó a mí... atrás de él los otros tres que antes me habían "atendido".  Lo empecé a grabar. 
--Señorita, primero que nada le pido que apague su teléfono.
--No, señor, no lo voy a pagar, porque llevo más de una hora esperando que me atiendan y nadie me auxilia. El concierto que vine a ver empezó hace más de 40 minutos y aquí estoy afuera, con el pie lastimado, sin que nadie me atienda adecuadamente, ni me dé razones.

El señor, ni tardo ni perezoso, empezó con ese deporte que tantísimo nos encanta: 

--Entonces, cuénteme lo que pasó.. ¿usted venía corriendo y se resbaló?
--No, señor, yo no venía corriendo, íbamos caminando mi esposo y yo y me resbalé, porque el piso estaba mojado. 
--No es verdad, no hay rastros de eso. 
--La señora de la limpieza trapeó. Seguramente ahora ya se secó, pero cuando yo pasé estaba resbaloso. 

Me revisaba el pie, abría su botiquín, ponía atención a lo que le susurraban los otros tres.

--¿Y se cae muy seguido cuando trae tacones?
--¿Qué tiene que ver que traiga tacones? Sus elevadores no sirven, las personas que dan instrucciones no saben nada y trapean los pasillos sin tomar las precauciones debidas. Nada tiene que ver que traiga tacones. Lo que quiero es que me atienda, me lleve a mi lugar y me diga cómo me van a reembolsar los gastos médicos de esta lesión. 

Pausa. 

--¿Y se ha lastimado los tobillos anteriormente?
--No tengo que responder a sus preguntas, porque lo que usted está haciendo es revictimizándome. Nada tiene que ver que traiga tacones o mi historial médico. Ustedes tienen que hacerse responsables de esta lesión, porque me pasó en sus instalaciones. 
--Sí, señorita, pero nosotros no somos los responsables, nosotros solo trabajamos aquí. 
--Yo lo sé, pero ustedes son la única cara que hasta ahora he visto, yo le pido que le llame a su superior o a quien esté encargado para que me de digan qué va a pasar.

Silencio. 

El señor terminó de vendarme el pie (ahora sí con una técnica decente) y me explicaron que me llevarían a un lugar dentro del auditorio, donde pudiera estar con silla de ruedas "pero como sus boletos no están en esa zona, a ver qué podemos hacer con su esposo". Les volví a preguntar a los cuatro por el responsable del recinto. Por su nombre. Por su cargo. Por un teléfono o medio de contacto para darle seguimiento al problema.  Silencio sepulcral.  "Muy bien, ya procederé por las vías adecuadas. A dónde sea que me lleven tendrán que conseguirle un lugar a mi esposo, porque vengo con él", concluí. 

Me voltearon y llevaron en silla de ruedas hacia la zona que originalmente me tocaba. En cuanto subí la mirada estaba una hermosa pantalla que transmitía nada más y nada menos que el concierto que había ido a ver. "¡Ni siquiera fueron para ponerme en una posición desde la que pudiera ver", pensé. Tomamos un elevador que, por error se abrió en la zona VIP de la Arena. "Mira, Héctor, ¿ya viste cómo está el piso aquí? ¡Con alfombra! Pues sí, ¿verdad? No se les vaya a caer alguien aquí porque entonces sí se les arma". 

A mi mente vinieron los pisos de los lugares donde he visto a Café Tacvba:

1. Auditorio Nacional: recubrimiento de plástico con elementos antiderrapantes. 
2. Foro Sol: vil, sólido y macizo cemento. Tartán en el acceso general. 
3. Infield del Hipódromo: tartán, arcilla y pasto. 
4. Carpa del Hipódromo: alfombra. 
5. Palacio de los Deportes: vil, sólido y macizo cemento.
6. Metropolitan: vil, sólido y macizo cemento. 
7. Hammerstein Ballroom en Nueva York: tartán. 

A mi mente vinieron los conciertos a los que he ido en tacones, porque fueron en día laboral y no tuve tiempo de ir a casa a cambiarme:

1. Franz Ferdinand. Auditorio Nacional. 
2. Caifanes. Auditorio Nacional. 
3. Arcade Fire. Palacio de los Deportes. 
4. Depeche Mode. Foro Sol. 
5. Los Tres. Metropolitan. 

Huelga decir que en ninguno me he caído, ni lastimado.

10.45pm. 
Entré al concierto, justo cuando Rubén decía "esto se está acabando". Me explicaron que me dejarían ahí y que al final me llevarían a mi auto ("¿cuál auto, si venimos en el metro, metrobus y caminamos?"). Me acomodé y ya no encontré a Héctor. El chico que me "atendió" primero me dijo que estaba afuera. "¿Por qué afuera, con quién está? Espero que no estén obligándolo a firmar algo. Por favor, lléveme con mi esposo". Luego de mucha insistencia, el pobre pasante me sacó del lugar. Ahí estaba el último de chaleco rojo y azul que me atendió y revictimizó explicándole por enésima vez que había sido mi culpa por "venir con tacones". 

10.50pm. 
Ya estábamos ahí. Disfrutemos. 

El de adelante de mí pidió una chela. El vendedor se acercó justo en frente de dónde yo estaba. Piso el descanso de la silla de ruedas donde estaba mi pie lastimado. Ya le había visto las negras intenciones y quité el pie antes de que me lastimara: "Oiga, ¿ya vio que estoy en silla de ruedas y que tengo el pie lastimado?". ¡Ups, disculpe, no la vi".  ¡Pff!  "En circuitos dando vueltas yo te encontré", cantaba Joselo...


***


Algún punto después de que se acabó el concierto (para ese momento, el tiempo simplemente ya no importaba, sigue un mes de inmovilización...) 
Volvieron el señor que me puso el último vendaje, el pobre joven que me "atendió" primero, las otras dos mujeres de chalecos y un nuevo señor con sudadera de la CONADE. Por los tuits, Gerardo y su hermana supieron que estaba ahí y se ofrecieron a llevarnos de regreso a casa. Algo complicado que pudieran llegar a dónde estábamos. Cuando por fin llegaron, fuimos hasta el último piso del estacionamiento nada más para que no me quedara duda alguna: no hay las mínimas condiciones de accesibilidad. El lugar no tiene ningún espacio especial para salir (todos mis acompañantes me iban haciendo "casita" para la que la gente no me lastimara), no hay elevadores especiales, no hay rampas en el estacionamiento. ¡Una belleza absoluta!


***

El día empezó muy frío y muy temprano. ¡Brrr! Pero no importa, porque ¡hoy voy a ver al Café Tacvba!" 


Fui a mi clase de yoga. Me bañé. Desayuné. "¡Hijole! No me va a dar tiempo de regresar a cambiarme, me llevaré los tacones más bajitos que tengo para poder caminar y tomar el metro". Llegué a San Jerónimo a una cita de trabajo, previa a una reunión importante. Nos vimos en un restaurante, donde casi me roban la cartera dos mujeres que se metieron a... supongo que a ganarse el día con el dinero ajeno, pero que por suerte, el administrador cachó antes de que pudieran salir corriendo con mi cartera, que solo tiraron en el piso. "¡Pff, pero no importa, porque ¡hoy voy a ver al Café Tacvba!"

Ruda reunión que acabó a las 6.30pm. "¡Pff!, pero no importa, porque ¡hoy voy a ver al Café Tacvba!" 



40 minutos de espera para tomar un transporte que me llevara al metro Barranca del Muerto. Metro. Metrobus. Caminar un poco. "Pero no importa, porque ¡ya llegué a ver al Café Tacvba!" 

***

El año fue complicado para todos. Ya viene Navidad, el sismo también tuvo consecuencias en las finanzas familiares. No está Diego, que siempre va. Argelia (la otra fan de CafeTa y la única que entiende mi fanatismo) dijo que por esta vez pasaban ella y Bruno, porque tampoco había lana. 

***

Café Tacvba anunció el concierto apenas empezada su gira. Dos cosas pasaron por mi mente en cuanto me enteré: 

1. ¿Por qué en la Arena Ciudad de México? Recién inaugurada fui a ver a James y no me gustó tanto. 
2. Falta mucho, hay tiempo para aprender y entender el nuevo disco. 


***

Entiendo que los accidentes pasan (de hecho, lo entiendo muy bien), con lo que no puedo es con la negligencia y el valemadrismo de esta conocida familia de empresarios que, por mucho, me parecen la peor de México (¡y vaya que hay de dónde escoger!). Todo lo que pasó me parece terrible: 

1. El pobre pasante de médico o enfermero sin preparación suficiente y que, aún así, lo mandaron a lidiar con una mujer enojada.
2. La prepotencia e insensatez de los demás paramédicos, enfermeros o lo que hayan sido. 
3. La total falta de madre de los encargados de la empresa que jamás salieron a dar la cara. 
4. Que le hayan dicho a Héctor que la culpa era mía por ir de tacones. 
5. Que sólo reaccionaran cuando empezamos a tuitear. 

Además, es un lugar que tampoco se preocupa por la accesibilidad (supongo que la culpa es de las personas por no poder caminar) y ¡por Dios, esos pisos! ¡No pueden poner pisos resbalosos en pasillos por donde salen miles y miles de personas!

Nunca pido que compartan mis crónica concierteras, pero esta vez sí. A ver si llega a los ojos del Café Tacvba para que no vuelvan a hacer un concierto en lugares así, porque perderán a su fan. A esta súper fan, que a ver cómo le hace, pero llega a los conciertos. No soy ingenua, habrán tenido razones financieras importantes para elegir la Arena Ciudad de México y, claro, son new age y tal, pero todos tenemos que comer y asegurarnos un futuro. Tampoco soy fanática del amo de los boletos (TM), pero por lo menos en sus lugares, tienen bastante más preparación y poquita más de madre. Así que espero que esto llegue a sus ojos para que decidan mejor el próximo concierto. Las actitudes y la experiencia de hoy van en contra de lo que dicen que creen y de lo que pregonan en sus canciones. 

Claro, ya sé lo que me dirán: ¿qué más les da perder un fan? ¡No manches, Atzimba, aunque tú dejes de ir a ese lugar, miles de miles de miles de personas seguirán yendo!  Quizá, pero es peor quedarse cruzada de brazos y echarse culpas que no vienen ni al caso. Además, uno de mis clientes favoritos me ha enseñado que cada compra que hacemos es un voto por el mundo que queremos y en mi pequeño negocio (pequeño comparado con los que tienen estos empresarios) he entendido el valor de una compra. Quizá no sirva de nada, pero quizá sí. ¡Qué diferente sería el mundo si exigiéramos lo que nos corresponde!